Es muy común ver en los partidos de
football americano profesional, que al cumplir un objetivo (llámese “objetivo” anotación,
gol de campo, intercepción, tackleo oportuno, captura, etc.) la alegría o
felicidad del autor se refleja en ciertas acciones que llegan a ser festejos de
todo tipo y a diferentes niveles. Dependiendo de la disciplina (o indisciplina)
del jugador, puede llegar a convertirse en una burla que sea merecedora de un
castigo y que una buena jugada, puede poner en peligro un punto extra
importante que puede definir un partido o gracias al castigo, le dé buena
posición de campo en la patada de salida siguiente al equipo contrario o hasta corran
el riesgo, de que se la puedan regresar de anotación, y todo por la “pinche
farolada” de un solo jugador, quien tira todo el esfuerzo de sus
compañeros al caño.
Es risible cómo la cantidad de castigos de
un equipo tienen origen en la burla que hacen los jugadores a sus contrarios.
No se dan cuenta que no sólo se exhiben como pésimos ganadores, sino que,
tristemente, demuestran que la indisciplina reina en su persona, en su unidad
ofensiva o defensiva o en todo el equipo (incluido hasta el staff de coacheo) y
más aún, que los intentos por establecerla por parte de sus entrenadores (si es
que existen), simplemente les vale madre, porque para ellos primero son ellos
mismos, por lo que entonces juegan para ellos mismos y después para su equipo.
Para estos jugadores, primero es siempre el
protagonismo; es el egoísta sentimiento de: “véanme, hice una buena jugada;
apláudanme; chúpenme; soy el mejor; soy bien chingón”, cuando en realidad lo
que, sin decir una sola palabra dicen: “pónganme atención; casi nunca hago nada
sobresaliente y cuando lo hago, sufro de una muy urgente necesidad de
reconocimiento; mis éxitos personales son tan escasos que necesito que al menos
digan algo bueno de mi por una pinche jugada; o me desquito mediante la burla
de todas las situaciones en las que por capacidades y aptitudes deportivas y/o
físicas soy deficiente”.
En el caso concreto de las ligas mayores en
México, tanto ONEFA como CONADEIP, las de Master y las de Football Arena; lo
que reina es la pinche farolada sobre cualquier otra cosa de más de la mitad de
los jugadores; en muchas ocasiones, son anotaciones que se terminan anulando
porque no falta el necio que no entiende que burlarse antes de concretarse la
anotación no tiene nada que ver con el deporte en equipo y ni siquiera son para
entender el porqué se llama el castigo “conducta antideportiva”. Lo más curioso
es que la mayoría de jugadores, por ejemplo y sobre todo de las categorías
master, en las que los entrenamientos y la disciplina es muchísimo más relajada
que cuando jugaban en mayor (y digo “jugaban” si es que con esa actitud
siquiera los metían a jugar) nunca hicieron nada ni como jugadores a nivel
elemento, ni mucho menos a nivel equipo. Por eso entonces se entiende que si
cuando jugaban mayor y estaban bajo una buena disciplina que no les permitía
hacer este tipo de burlas dado que es un deporte FORMATIVO; pues ahora que
juegan sin una supervisión que les pueda quitar la beca o mandarlos a la banca,
pues salgan a reírse del contrario y burlarse cuando juegan medianamente bien.
Ahora pregúntate cuántas series ofensivas,
anotaciones, intercepciones, buenas posiciones de campo, buenos regresos de
patada, capturas o cualquier otro esfuerzo como equipo, se tiran a la basura
por un castigo; y también cuántas yardas les cuesta en el partido esas
conductas antideportivas, y cuántos puntos en la temporada se anularon o nada
más recuerda cuántos juegos se perdieron cuando la defensiva ya había parado el
ataque contrario pero una actitud antideportiva les “regaló” la primera
oportunidad y de ahí anotaron.
Otro asunto muy curioso es que la mayoría
de los faroles creen que son profesionales que ganan millones y que tienen el
derecho de burlarse, cuando en muchas ocasiones, sobre todo en la master,
honestamente les pagan una madre por jugar, pero que para ellos es mucho ya que difícilmente
siquiera tienen un trabajo, deja tu ya lo bien pagado, porque jamás
aprovecharon su clímax como “buenos” jugadores en liga mayor y ahora tienen que
cobrar por jugar y lo más triste de su realidad, es que hasta se autodenominan,
se sienten y presumen de ser “profesionales”
por el hecho de esa migaja que les pagan o porque se pelean al jugador entre dos
o más equipos; simplemente PATÉTICO, por
cierto, para nada es casualidad, que la mayoría de esos jugadores (no todos por
supuesto, hay sus ejemplares excepciones) fueron o son, en cuanto a otra muy "dudosísima" selección y
nivel de juego: “Seleccionados Nacionales”, y también sus entrenadores parten
del mismo perfil y pasaron, hicieron o hacen lo mismo y quienes penosamente, encima
quieren que estemos orgullosos de ellos #parenelmame.
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