Hace casi ya dos años, visité con un amigo el estado de Veracruz con el objetivo principal de ver las ruinas arqueológicas de Tajín y a ver algunos conciertos y actividades culturales que se presentan cada año en el Parque Temático Takilhsukut en el festejo anual de la Cumbre Tajín de 2009, afortunadamente, nos quedamos en una casa de un tío suyo que estaba como a unos 55 kilómetros más o menos en los alrededores de un poblado costero llamado Casitas (en el Municipio de San Rafael) sobre la zona playera denominada Costa Esmeralda (que por cierto sus playas parecen que sufren de huracanes de basura).
Al sufrir un problema con el vehículo que llevábamos y perdernos un día de la Cumbre Tajín, tomé el mapa de carreteras para al menos buscar algún lugar de interés donde pudiéramos ir por lo menos en un taxi comunitario y noté que las zonas arqueológicas son marcadas de forma triangular por tres puntitos en el mapa de carreteras y cerca de donde nos encontrábamos no sólo teníamos a Tajín hacia el norte, sino que hacia el sur, el mapa marcaba otras dos zonas de la cual, la más cercana estaba a menos de 40 kilómetros por lo que al otro día fuimos temprano hacia la más cercana para conocerla y nos dirigimos hacia el sur al municipio y poblado de Misantla, al entrar más o menos quince minutos en un camino de terracería llegamos a lo que es una zona arqueológica la cual, para mi sorpresa se encontraba en total abandono por parte de alguna autoridad local, municipal o federal o por parte del INAH o de la autoridad correspondiente.
Preguntando a un pasajero en un camión de transporte público que pasaba, me indicaron que las ruinas eran de la cultura Totonaca y corresponden a Paxil Tlalocan y que se encuentran en una propiedad privada pero que no tenían más información y lo único que nos dividía del camino de terracería y de la pirámide eran unos alambres de púas, lo cuales por cierto, anteriormente había sido alterados por otros visitantes para ver las ruinas.
Como es mi costumbre al estar en alguna zona arqueológica, tomé bastantes fotografías desde varios puntos para registrar nuestra visita y fue aquí donde recordé el porqué me enojo seguido: Al ver el detalle de los escalones y las paredes, observé con gran notoriedad y en repetidas ocasiones los clásicos rayones del testimonio de las visitas del mexicano promedio: frases de “aquí estuvo Juan y María” o leyendas idiotas como “Meche, te amo”, realizadas con gran profundidad sobre las piedras de las ruinas para conservar la posteridad pendeja de unos cuántos ignorantes se pueden comprobar por doquier en un túnel en las ruinas, sólo basta tomar la fotografía con flash para comprobarlo.
Parece que a estas personas les encanta hacerse notar de una forma muy peculiar a cada lugar que visitan e ignoran que estos actos, echan a perder y dañan incluso irremediablemente el testimonio cultural a nivel mundial que tenemos en nuestro país, además de que no tienen tantita madre y utilizan un lugar al que sus antiguos habitantes consideraban sagrado para usarlo como cantinas y dejan sus envases de cervezas, empaque y colillas de cigarros, bolsas de frituras y hasta papel de baño y pañales usados.
¿Acaso creen que los demás nos importa saber si se quieren o no Juan y María?, ¿si le van al cruz azul, si va a ser “puto el que lo lea” y cosas por el estilo, creen alguien tiene la obligación de recoger los cascos de botella, las estopas con las que monearon y limpiar el lugar? Obvio ya ni ganas nos dieron de visitar la otra zona que marcaba el mapa.
¿Acaso el dueño del predio tiene conocimiento de esto, qué hace al respecto por preservar un testimonio que ha sobrevivido por cientos de años pero al que no sabemos si sobreviva a la infinita pendejez humana o también qué hace la autoridad para proteger la zona, iniciar investigaciones arqueológicas o incluso promover el lugar como un destino turístico y obtener ingresos y generar fuentes de empleo locales?
Sencillamente me recaga ver zonas arqueológicas abandonadas, ya quisieran otros países tener vestigios de civilizaciones mediante testimonios sólidos como lo es una pirámide, una construcción de un juego de pelota o las calzadas de lo que fuera una ciudadela; poder generar en base a ello empleos que a su vez motiven la conservación, cuidado y restauración de lo poco que quede todavía en pie; tener arqueólogos e investigadores mexicanos trabajando para incrementar parte de la historia prehispánica de la localidad, del estado y la cultura a la que formaron parte, porque hasta el momento, no tengo idea de cuáles años fueron los de auge y caída de esta pequeña ciudad Totonaca, ni cómo era su relación con otros pueblos, ni qué herramientas, vasijas, osamentas o deidades se pudieran encontrar en estas investigaciones, pero eso sí, el Gobernador en aquél entonces, Fidel Herrera, no se cansaba de que los Tigres del Norte lo mamaran y lo mamaran entre cada canción como si fuera un dios en su presentación en la Cumbre Tajín mientras le hacía oídos sordos a la gente que quedaba afónica de tanto mentarle la madre.
Sobre la zona arqueológica de Tajín, el contraste notorio de lo abandonado a lo sobrepoblado; tampoco se salva de la peste del hombre que algunos la tapan con el nombre de “Folklore”, el camino a la entrada está lleno de cientos de ambulantes que venden desde congeladas, chicharrones de harina y pulseras hasta lo menos relacionado con la zona arqueológica: playeras de Iron Maiden y discografías de reggaetoneros piratas en mp3, además de la gran cantidad de basura que a nadie le preocupa en lo más mínimo en el piso y que es prácticamente imposible no patearla; ya dentro de la zona noté a un numeroso grupo de mujeres indígenas y sus pequeños hijos quienes bajan de las montañas y gritan –o ruegan- detrás de una cerca la cual se les tiene prohibido pasar, mientras compiten entre ellas vender fruta o agua o lo que se pueda a los turistas con tal de ganar algo de dinero; obvio, las autoridades de la zona arqueológica recomiendan ni siquiera voltearlas a ver como si fueran una plaga a la que hay que exterminar o no contestan nada al preguntarles quiénes son y porqué están ahí.
¿Qué tan difícil puede ser regular a los vendedores ambulantes?, ¿Qué vendan artículos realmente de interés turístico como cerámica o manualidades?, ¿Qué se les dé trabajo a los habitantes locales de forma primordial al igual que su constante capacitación?, ¿Qué se eduque a los lugareños y a los visitantes de las consecuencias de no rescatar el patrimonio de nuestros antepasados o del daño de alterar una construcción prehispánica?, ¿Qué los turistas de todo el mundo no se desanimen por la constante necedad de los ambulantes y de los mares de basura?, ¿Qué se respeten, rescaten, conserven y restauren las zonas arqueológicas y a los indígenas que sobreviven junto con sus costumbres? o ¿de verdad está cabrón ponerse de acuerdo para todo? como dijo el alemán Albert Einstein: “todos somos ignorantes, sólo que no todos ignoramos las mismas cosas”.
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