Muchas veces me he puesto a analizar de dónde viene la forma de pensar de la gente, su origen e incluso los cambios que sufre esta manera de pensar (y actuar) a través del tiempo y siempre, tiene que ver por el nacimiento de una necesidad, ya sea buena o mala, pero siempre es motivada por la necesidad (la pinche necesidad a algo); ya sea de ser escuchado, admirado, obedecido, ser el líder, ser temido, controlar personas o situaciones, tener más dinero o recursos de los necesarios, vamos, de ser imponente y por desgracia esa actitud suele cegarnos la inteligencia y la moral (o la lógica) pero también existe la contraparte de realizar alguna acción estúpida por miedo o ignorancia cuando no conocemos la existencia de alternativas y del derecho a la elección de alguna.
Yo a veces me pregunto ¿qué necesitad tiene uno, ya no ser estúpido, porque todos corremos el riesgo de caer ahí en algún momento, pero de continuar siéndolo? Entiendo que por ignorancia y por miedo uno realizó tal o cual cosa, pero ¿hacerlo todo el tiempo e incluso difundir o enseñar que esa es la forma correcta de hacerlo y hacer de ello una costumbre que se convierta en cultura o incluso en regla social o ley? Eso es lo que o me da risa, pena, lástima o un chingo de coraje.
A veces creemos que por ser relativamente jóvenes, tenemos un chingo de tiempo para cambiar las cosas o animarte a hacer algo, decimos “después” lo podemos hacer (o “mañana”) o simplemente lo haremos cuando no tengamos algo mejor que hacer, o lo peor, simplemente no lo hacemos porque creemos que no nos afecta indirectamente o la peor de todas: “¿Para qué lo cambio si me vale madres?, así sepa que está mal”.
Me puedo referir a docenas de ejemplos que sencillamente pueden ser o no relevantes: ¿Cuántas veces hemos hecho estupideces desde niños para ser escuchados, cuántas otras hemos insultado o lastimado porque no somos obedecidos, cuántas veces hemos sido intolerantes, racistas o clasistas (y lo digo como violencia hablada que llega a convertirse en física) para que se haga nuestra voluntad, cuántas veces esa forma de pensar es compartida con mucha gente y se convierte en una imposición familiar, ideológica, social, religiosa, cultural o política?
Recuerdo que de niño siempre me preguntaba el porqué de las cosas al grado de hartar a mis padres, pero creo que ellos, al hacer lo más cómodo que era dejar que mi experiencia lo descubriera y jamás imponerme nada, fue lo mejor que pudieron hacer por mí. Como casi todos los niños crecí temiendo (gracias a los adultos que prefieren amenazar que explicar) a algo que nadie ha visto jamás pero te hablan como si lo conocieran, te dicen cómo creen ellos que es el mundo sin molestarse en dar la vuelta y comprobarlo, creen que son los voceros y poseedores de la verdad absoluta de cualquier tema y sólo demuestran, al parecer dentro de su inagotable ignorancia, que mediante amenazas, o lo que es lo mismo “el camino más fácil de la educación” van a ser respetados y obedecidos, porque siempre es más fácil reprender o amenazar que educar o ya en últimas, que la televisión los eduque o no tengo tiempo de hacerlo y que le vaya bien (o es la hora de la novela o el partido de fut como para explicarle al niño algo).
Desgraciadamente cuando pasa esto no es de sorprenderse que la gente crezca siendo un monumento singular a la pendejez en sus múltiples formas y sea tan fácil de comprobar como escuchar sus respuestas a cualquier pregunta que les hagas (¡si es que primero la entendieron y no se las tienes que repetir!).
Dentro de esas atinadísimas y memorables respuestas pueden estar: “Porque así siempre se ha hecho”, “porque si y te callas”, “porque así lo “dice” Diosito”, “porque así me lo enseñaron tus abuelos”, “porque me lo dijo el padrecito”, “pues no sé…, yo vi que todos lo hacían así…”, “pues no sé, pero hazle así para que no te digan nada”, o el que encaja con todo: “pus nomás… ¿pa qué le muevo? si así sale…”, estas y otras tantas clases de respuestas que son el resultado de la huevonés de aprender o de educar, porque es más pinche fácil tener hijos a lo pendejo y prenderles la tele que enseñarles a tener valores y respetar (o lo que es lo mismo, es más fácil ir a hablar con la maestra del kínder cuando es niño, luego con los coordinadores o prefectos cuando son chavos, luego con el director cuando el pedo ya es más seriecito, luego pagar la mordida con el policía cuando le encontró la mota, luego juntar la lana para la fianza cuando lo agarraron vendiendo grapas o rezarle a San Juditas o La Santa Muerte que no lo agarren y lo maten quienes lo estén buscando que esforzarse por educarlos a tiempo).
El origen de la estupidez viene simplemente de los encargados, en todos los niveles, del educando, y es culpa de ellos y de nadie más y no tiene nada que ver si esta educación es institucionalizada o no, si se tiene dinero o no, si se vive en la ciudad o en el campo, si se tiene padres o es adoptado, si se es mulato o güero: Si se le enseña a ser un agachón, será un agachón; si se le enseña a que debe comportarse como “macho”, va a madrear a todo mundo; si ve que su figura masculina insulta a su contraparte, seguro lo va a hacer de grande, es más si se le solapan todas sus malas acciones y no se le reprende, de grande le va a valer madres lo que le digan los demás por aconsejarle que haga las cosas correctamente.
Todos tenemos algo arraigado algo que queremos corregir por costumbre, por escuela, por abuelos, por amigos, por miedo o lo que sea, lo peor es que si sabemos que está mal o que existe una mejor forma de hacerlo, ¿por qué no dejar de hacerlo o cambiar nuestra forma de pensar y actuar y listo? Pero no haga lo que los demás enseñando sus pendejadas de generación a generación, enseñe en base a la moral y el respeto en todas sus formas, empezando por uno mismo para después mostrarlo a los demás y también hasta para saber exigirlo.
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