Cuando una persona pierde su libertad, en las que se encuentran todas las alternativas posibles de elección, es cobijado por el sentimiento de la necesidad, el cual lo hace actuar por mandatos ajenos aún contra sus ideales y/o a costillas de transgredir el derecho de terceros. Esto se convierte en un círculo vicioso en la que las acciones que se realizan dejan de ser por convicción o gusto y se ejecutan bajo el mandato de la obligación.
Quien vive o trabaja bajo estas circunstancias, considera su situación como interminable, irremediable o injusta y por desgracia, quien o quienes lo obligan contaminan continuamente engañando y contaminando la mente de las personas al grado de anular toda posibilidad de razonamiento personal, holgura en cuanto a elecciones y creando situaciones donde imposibiliten el desarrollo pleno y personal.
Dentro de este enfermizo estilo de vida también son convencidos de que sus actividades a realizar son necesarias o hasta indispensables y por lo tanto importantes y socialmente valiosas y generalmente aceptadas siempre que estén en la misma sintonía con los intereses económicos de quien los domestica.
Por desgracia, la mayoría de las veces, la elección que se toma llega a ser la mejor económicamente, pero no la correcta moralmente y mucho menos humanamente ya que el fin económico tiene preferencia sobre lo moral o humano. El o los problemas son meramente mentales y aquí me permito citar un párrafo tomado del filme documental “The 11th. Hour” (EEUU, 2007) del autor Thom Hartmann:
“El problema no es un problema de tecnología; el problema no es un problema de demasiado dióxido de carbono; el problema no es un problema de calentamiento global; el problema no es un problema de desechos. Todas estas cosas son síntomas del problema. El problema es la forma en que pensamos; el problema es fundamentalmente un problema cultural. Es a nivel de nuestra cultura que esta enfermedad está presente”.
Este problema al que se refiere el autor en el documental consiste sobre el calentamiento global, pero como la cultura conlleva toda actividad humana, el amplísimo abanico cultural permite aterrizar ejemplos tras ejemplos, por lo que el tema al que quiero tratar es específicamente el de la depredación del entorno natural y de la forma de pensar de quienes lo convierten en una cruenta realidad: El del maltrato animal, el de la deforestación y de la contaminación. Cuando a las clases bajas o miserables, se les inculca una política o un pensamiento de odio y culpa por los diferentes medios y por los diferentes fines que sean, el resultado siempre será deplorable y desolador.
Es deplorable porque son ellos quienes tendrán que el “trabajo sucio”, el trabajo que nadie quiere hacer, el que el siguiente eslabón de la cadena económico-social incluso se da el lujo de rechazar, el trabajo que les es convencido por los oferentes como su única opción para sobrevivir y a la que también son convencidos hasta de ser afortunados en hacerlo. Por lo tanto, no tienen ningún problema y no sienten ninguna culpa de despellejar o apalear animales que terminarán en abrigos o calzado, talar hectáreas de reservas naturales, tirar desperdicios industriales, tóxicos o radioactivos al agua, destruir y contaminar humedales, explotar la tierra por minerales o metales preciados.
Es desolador porque ese mismo sistema, ya sea político, militar, religioso, social, laboral o económico o hasta familiar, de amistad o pareja en el que viven, obliga al impedimento de un verdadero desarrollo personal, familiar y comunitario, y que es alimentado bajo el constante bombardeo de violentos ataques emocionales y psicológicos para mediante la imposición, lograr lo que se quiere y que con el paso del tiempo se convierta en tradición y por consecuencia pase a formar parte de la cultura regional, local o hasta mundial y excusados en frases como: “Así era cuando llegue”, “nuestros ancestros lo hacían desde tiempos inmemorables”, “no tengo de otra”, “tú harías lo mismo en mi lugar”, “no tengo elección”, “tú no sabes porque no tienes hijos”, “¿qué quieres que haga si me dicen qué hacer?”, etc. Entonces, nunca entenderán, ni mucho menos comprenderán, porque nunca fueron informados, que sus acciones sobre los animales extinguen para siempre razas, que los experimentos con organismos que no son humanos no tendrán efectos positivos en los humanos, que se desequilibran los ecosistemas, que les puede ocasionar enfermedades incurables como ciertos cánceres al humano mismo y a sus descendientes, que provocarán que extensiones de tierra se erosionen y se conviertan en desiertos, que contaminarán el agua, pero sobre todo, que el costo de la reparación o en el mejor de los casos, de la conservación o restauración pueda resultar imposible.
El ejemplo de la cultura inhumana tiene centenares de demostraciones a la vista de todos; quien mata su entorno o hábitat, con el único fin del entretenimiento, por fines industriales como el de los alimentos y el peletero o en la peor de las formas: La innecesaria, va perdiendo esa sensibilidad que lo hace humano al grado de no sentir absolutamente nada al degradar hasta su propia dignidad y menos al deforestar, herir o matar por dinero, ese dinero que le dará la posibilidad de adquirir primero lo que no necesita y si le queda algo, lo que necesita.
También veamos lo que pasa con las siguientes clases sociales, la clase media es víctima de la creación de falsas necesidades realmente irrelevantes y de sus prontas satisfacciones las cuales sólo sirven para mantener a la clase alta cada vez más alta, inalcanzable y cada vez con mayor poder sobre las demás. En esta clase social media, en la que me puedo considerar dentro del rango, basta en un 95 % o más de los casos, analizar mediante el sentido común, humano y moral, la solución a los conflictos y en el que creo se puede solucionar lo que sea. Por ejemplo: ¿Es realmente necesario gastar en pieles cuando existen imitaciones sintéticas hasta de mucha mayor duración y utilidad?, ¿es realmente necesaria la obtención de la presentación más costosa de un producto o servicio como un auto, un viaje, una botella de licor, una casa, un reloj, un vestido, unos zapatos, una cena, una entrada a algún evento, un regalo, un electrodoméstico, o cualquier cosa que se pueda imaginar y que pueda desequilibrar una situación económica que comience con lo familiar?
A lo que primeramente me respondo es: La austeridad no significa pobreza (ni el lujo, riqueza). Entonces, ¿qué necesidad de despellejar inhumanamente animales y de vestir sus pieles y más cuando son ejemplares en peligro de extinción y cuya compra promueve que se continúen estas atrocidades?; ¿qué necesidad de obtener dinero fácil a costa de gallos de pelea o perros, que de plano como boxeadores son tan malos como para subirse ellos al ring o es muy difícil tomar valor sin alcohol?; ¿es necesario apalear focas, cazar tiburones, ballenas o delfines por dinero, qué no hay otra forma de conseguirlo?; ¿qué necesidad de ver una corrida de toros existiendo tantos espectáculos deportivos, artísticos y culturales?; ¿qué necesidad de alimentarnos de carne adquirida clandestinamente y originaria de animales en riesgo de extinción?; ¿qué necesidad de obtener lo que no se necesita, de sobrepasar los límites del respeto ajeno?; todos tenemos la elección de hacer o no hacer algo, de permitir o detener algo, lo que sea, pero son los miedos personales o la supuesta obligación (la cual nunca es, ni será absoluta) lo que nos hacen tomar malas decisiones y mantenernos en la constante ignorancia sobre el conocimiento de nuestras alternativas, de la consecuencia de nuestros actos y del derecho de los demás (¿Acaso es mala la ya existente alternativa a las corridas de toros donde el animal no sufre de tortura ni muerte?. El problema no es el evento cultural o tradicional de las corridas de toros, si no el hecho de consumar la transgresión del derecho del toro mediante tortura, sufrimiento y la muerte innecesaria).
Cuando se parta de la idea de que el lugar que habitamos y de los seres con quienes lo compartimos NO SON DE NUESTRA PROPIEDAD y que tienen derechos que deben ser respetados por igual, tomaremos la mejor de las opciones posibles (además de la más fácil y continuar viviéndola como un estilo de vida y de forma de pensar) y veremos que lo que se extingue serán las tiendas de lujo, las plazas de toros, las tiendas de abrigos de piel, los mataderos, las tiendas de mascotas, las perreras, los zoológicos, los palenques, los circos que abusan de animales, los videos de enfermos mentales que se divierten torturando y matando animales o hasta personas e incluso los parques de conservación y las campañas de salvamento de la extinción a animales y plantas ya que no sufrirán de tal amenaza, porque empezaremos a enseñar y a practicar el RESPETO en todo el sentido de la palabra.
“El hombre, por el simple hecho de ser el único que razona, está obligado a ser el guardián de la vida en todas sus formas, mas no el único que la extermina”.
Recuerden que el cáncer mental de la ignorancia de nuestros actos arrastra por igual personalidades con el mayor grado académico, militar, de administración pública, a figuras públicas, líderes de opinión, líderes religiosos, prodigios, y que aunque no lo queramos reconocer, la más de las veces son amigos, familiares o hasta la pareja. Urge hacer entenderle a las personas que todos los seres existentes de la flora y fauna tienen el mismo derecho desde su más microscópico tamaño, sino, en todo caso, el que no tiene remedio es entonces el humano ignorante del cual está sobrepoblado el mundo, empezando por nuestra propia casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario